martes, 2 de septiembre de 2014

jueves, 4 de abril de 2013

luca


             Sentado, sangra. Pican y en gran forma. Recuerda el último rostro, un pedófilo de cincuenta y siete años, rechoncho.
Pica se rasca de vez en cuando, recuerda mirarse al espejo y someterse a mirarse. Lo llevo engañado  con una beldad de doce años, Rocío. Lo abandonó en el caserón de la colina, al que nunca iba nadie.
            La luz, (lo blanco, lo único puro)  el último vestigio humano que atesora no perder y que de a poco se desvanece. Recuerda la primera vez que sintió la luz de esta manera, terminaba de coserlos.
            La primera gota de sangre en su boca. El ritual que acompañaba la  cacería y desmenuzamiento de la víctima de ocasión. En un diario local había sido nombrado como el hijo no reconocido de “Jack, el destripador” su debilidad por los riñones le había ameritado tal título.

            Sentado en la cocina, se balanceaba en la silla, reconstruía la cara de Francis en la luz matutina, le llegaba desde la ventana del patio, estaba sentado junto a la ventana mirando su más reciente herida, sangraba su mano derecha, reconocía hasta el  grupo sanguíneo de los de su estirpe. Sonreía demencialmente.

            Lo sabe, su memoria estuvo fallando en las tres semanas anteriores, no recuerda pequeñas cosas, ayer chocó con la pared de pasillo al querer entrar al baño.

            Baja al sótano. Recordaba, cada trasto que había visto allí. Volvía a la noche del hilo y la aguja. Su ira, su dolor, sus ojos, la manera de traicionarse, la sangre cubriendo al fin sus ojos, su rostro, su cuerpo. El color rojo. Detestaba la imagen del sol ese mismo color al sentir el calor diurno, su propia mancha, indeleble. Eterna.
Su memoria era alivio. La duna del ensueño, el espacio en blanco, un desierto entre la vigilia y el sueño. Olores, matices del color verde, sonidos de una noche fría. Desaparece, se le escapa. Se empieza a hundir sin ella. Camina por arenas movedizas.

            Abre el baúl, encuentra el libro, suda, ríe bajito. Sabe va a doler y lo va a disfrutar, cumple  con lo pactado. Arde en sus manos y de nuevo todo rojo infierno, grita y goza gritando. Afuera Francis lo escucha, mira la sangre gotear y traga un poco con saliva.
Empieza a transformarse en anaranjado, amarillo y blanco. Ama ese color desde la primera vez, su palacio de marfil. Su mentira. Su olvido.
             Sale del sótano, dos sombras gigantescas lo siguen de cerca, gruñen parecen dos gorilas, son torpes y muy lentos pero lo siguen y le obedecerán.
            Su noche comienza.
Se detiene y las sombras abren una puerta en la suya e ingresan. Respira pesadamente, sus ojos comienzan a sangrar y recita, susurra una dirección, debe buscar el tambor, en la noche cantará a la luna roja, el dragón lunar debe nacer en los próximos siete días.
            Lleva en la mano una página del libro, Francis afuera ya terminó el círculo, lo espera. 

viernes, 8 de marzo de 2013