jueves, 4 de abril de 2013

luca


             Sentado, sangra. Pican y en gran forma. Recuerda el último rostro, un pedófilo de cincuenta y siete años, rechoncho.
Pica se rasca de vez en cuando, recuerda mirarse al espejo y someterse a mirarse. Lo llevo engañado  con una beldad de doce años, Rocío. Lo abandonó en el caserón de la colina, al que nunca iba nadie.
            La luz, (lo blanco, lo único puro)  el último vestigio humano que atesora no perder y que de a poco se desvanece. Recuerda la primera vez que sintió la luz de esta manera, terminaba de coserlos.
            La primera gota de sangre en su boca. El ritual que acompañaba la  cacería y desmenuzamiento de la víctima de ocasión. En un diario local había sido nombrado como el hijo no reconocido de “Jack, el destripador” su debilidad por los riñones le había ameritado tal título.

            Sentado en la cocina, se balanceaba en la silla, reconstruía la cara de Francis en la luz matutina, le llegaba desde la ventana del patio, estaba sentado junto a la ventana mirando su más reciente herida, sangraba su mano derecha, reconocía hasta el  grupo sanguíneo de los de su estirpe. Sonreía demencialmente.

            Lo sabe, su memoria estuvo fallando en las tres semanas anteriores, no recuerda pequeñas cosas, ayer chocó con la pared de pasillo al querer entrar al baño.

            Baja al sótano. Recordaba, cada trasto que había visto allí. Volvía a la noche del hilo y la aguja. Su ira, su dolor, sus ojos, la manera de traicionarse, la sangre cubriendo al fin sus ojos, su rostro, su cuerpo. El color rojo. Detestaba la imagen del sol ese mismo color al sentir el calor diurno, su propia mancha, indeleble. Eterna.
Su memoria era alivio. La duna del ensueño, el espacio en blanco, un desierto entre la vigilia y el sueño. Olores, matices del color verde, sonidos de una noche fría. Desaparece, se le escapa. Se empieza a hundir sin ella. Camina por arenas movedizas.

            Abre el baúl, encuentra el libro, suda, ríe bajito. Sabe va a doler y lo va a disfrutar, cumple  con lo pactado. Arde en sus manos y de nuevo todo rojo infierno, grita y goza gritando. Afuera Francis lo escucha, mira la sangre gotear y traga un poco con saliva.
Empieza a transformarse en anaranjado, amarillo y blanco. Ama ese color desde la primera vez, su palacio de marfil. Su mentira. Su olvido.
             Sale del sótano, dos sombras gigantescas lo siguen de cerca, gruñen parecen dos gorilas, son torpes y muy lentos pero lo siguen y le obedecerán.
            Su noche comienza.
Se detiene y las sombras abren una puerta en la suya e ingresan. Respira pesadamente, sus ojos comienzan a sangrar y recita, susurra una dirección, debe buscar el tambor, en la noche cantará a la luna roja, el dragón lunar debe nacer en los próximos siete días.
            Lleva en la mano una página del libro, Francis afuera ya terminó el círculo, lo espera. 

viernes, 8 de marzo de 2013

jueves, 7 de marzo de 2013

Señor dragón


Le reconozco señor dragón, que yo, alguna vez pensé en dedicarme en llegar a entenderlo… pero no le entiendo sigo siendo un pobre y triste duende, también se podría decir diablillo aunque no crea en un término sin uso común y me imaginen con cuernos y cola. Ya sé; hay duendes malos o traviesos si se quiere. Yo no soy uno de ellos, si apenas me cuesta trabajo ser duendecillo y ya casi no llego a serlo dignamente. Me veo hablando mucho y pensando poco, me pierdo entre las palabras de los humanos y me atonto como ninguno. Me estremezco de pensarme tenebrosamente iluminado de  pequeñas victorias tan poca cosa, tan sinceras, tan livianas y soy solo un duende no voy a crecer más, no voy a tener cola ni escamas como usted.
Vea esa es otra que no puedo, tutearlo, su aliento me intimida, me provoca malestar. Usted y sin ánimos de enojarlo no vaya a ser que me mordisquee un poco para descargarse, debe no estar bien para incinerar algo por el simple hecho de cruzársele entre los ojos.
Me alegra poder estar hablando con usted señor dragón y perderle el respeto de a poco. Ya con tiempo podré hablar más con usted espero no me convierta en un escupitajo anaranjado de dolor carbonizado.
Estoy tranquilo y sin ganas de esquivar los golpes que tirará la pequeña muerte de un duende de ciudad y agua tan azul como se pueda casi sin recordar mi nombre y seguir olvidándolo es lo mejor por un tiempo me convertiré en otra cosa que no sea relacionado con su presencia
No sé hablar para nadie, o nadie sabe escuchar, no soy ambicioso son pocos los que me entienden y no importa si solo escuchan risas o llantos yo trato de llorar o reír con la piedra mas dura o con el árbol más viejo de la zona. Mi cueva se ha llenado de ruiditos, y susurros.
En un tiempo no sabía escuchar a nadie a nada… en el silencio de las cosas vivía atormentado del gran bigotón duende que latigaba mi cabeza y no me dejaba respirar en paz. Y sus latigazos eran muy dolorosos. Con el tiempo aprendí a conversar con mi soledad en su más amplia y vasta región desconocida y no podía creer las de asuntos por resolver entre nosotros. Sigo parado en medio un valle no tan grande como supongo ya que como duende que soy no veo más allá de mis narices y todo lejanía implica distancia y todo me parece distante.
Señor dragón ¿no irá usted a comerme? Lo veo hambriento, lo veo malvado, despiadado dígame si me equivoco. En ese caso le faltaría un poco más el respeto.
No habla mucho por lo que se ve, no le habrán comido la lengua los ratones, sería una gran ironía, creo yo. Me parece que no me entiende usted tampoco, no lo creía probable pero no perdía nada con intentarlo. Los humanos son iguales. Me miran con miedo o con lástima, me temen o se burlan no entienden a los enanos y mucho menos a un duende, son patéticos como ellos dicen ser. No se los niego.
Bueno ya le dije que yo a usted no le distingo de un rugido a una palabra. Podríamos haber conversado sin dificultad si hubiéramos intentado platicar en alguna mediación de nuestras lenguas. Sin duda debe ser interesante lo que usted comente aun con toda su maleficencia o su malevolencia como le guste más…
No me muerda ahí no ve que tengo cosquillas.

lunes, 25 de febrero de 2013

para ser leido imperativamente


He visto,
de verdad
he visto:
las viejas montañas,
tus largos pelos negros,
tu sonrisa dibujada,
en mi mente, en el ayer.
he tocado, en esas
estructuras abandonadas
he tocado, este oficio
de crear, unos mortífagos
labios y de nuevo/
los silencios.
He sabido
en ese ultimo
segundo suicida
sabido
que mis ojos, mis
manos, mi sexo
mi débil corazon
no había
que tirarlos
llorarlos
no había que
inventarlos
otra vez.

Ser Infierno…



Cómo creer si no se tiene
                                          perspectiva
cuando atardece y sopla el viento
y todo disminuye su velocidad.

(En dónde nos escondimos
para buscar la salida.)

Y el ojo gigantesco del anochecer
te observa y te quedas sin respuestas.

Te preguntarás:
                        Cómo creer, cómo
no ocultarnos…

Para dejar de observarnos.

los ojos de cara de libro


todo mal!!




Kaos


Sin abrir las fauces.
sin rezar demasiado
no escuchar
tus órdenes.
Tú, vacio, yo,
escapando.
Sin dejar de sangrar,
los días como heridas.
Años de luto,
viudo de vos:
poesía prostituta

con tu culito al aire,
tu boca sin dientes,
sin Lengua,
un ayer de
          olvidos,
un presente oculto,
un mañana
         con cuervos,
           y sin ojos.

Y danzas frágilmente
     y nos salpicas
        y te aplaudimos
          y lloramos
          atragantados
          de felicidad.

viernes, 25 de enero de 2013

14


en los dias venideros
alguien recordara el grito

a traves de esas nieblas
sus ojos perderan todo rencor

en el porvenir mis manos
arrastraran tus suertes

en los anaqueles del viejo mundo
quedará mi vejo mapa de tus lunares

la poesía será un pequeño busto
con la cara del poeta esbozando

y acá del otro lado
en esta realidad fuera del papel

el sol brilla, las medias se secan al viento
la felicidad existe, mientras tanto


                                   yo desconfío.