viernes, 8 de marzo de 2013

jueves, 7 de marzo de 2013

Señor dragón


Le reconozco señor dragón, que yo, alguna vez pensé en dedicarme en llegar a entenderlo… pero no le entiendo sigo siendo un pobre y triste duende, también se podría decir diablillo aunque no crea en un término sin uso común y me imaginen con cuernos y cola. Ya sé; hay duendes malos o traviesos si se quiere. Yo no soy uno de ellos, si apenas me cuesta trabajo ser duendecillo y ya casi no llego a serlo dignamente. Me veo hablando mucho y pensando poco, me pierdo entre las palabras de los humanos y me atonto como ninguno. Me estremezco de pensarme tenebrosamente iluminado de  pequeñas victorias tan poca cosa, tan sinceras, tan livianas y soy solo un duende no voy a crecer más, no voy a tener cola ni escamas como usted.
Vea esa es otra que no puedo, tutearlo, su aliento me intimida, me provoca malestar. Usted y sin ánimos de enojarlo no vaya a ser que me mordisquee un poco para descargarse, debe no estar bien para incinerar algo por el simple hecho de cruzársele entre los ojos.
Me alegra poder estar hablando con usted señor dragón y perderle el respeto de a poco. Ya con tiempo podré hablar más con usted espero no me convierta en un escupitajo anaranjado de dolor carbonizado.
Estoy tranquilo y sin ganas de esquivar los golpes que tirará la pequeña muerte de un duende de ciudad y agua tan azul como se pueda casi sin recordar mi nombre y seguir olvidándolo es lo mejor por un tiempo me convertiré en otra cosa que no sea relacionado con su presencia
No sé hablar para nadie, o nadie sabe escuchar, no soy ambicioso son pocos los que me entienden y no importa si solo escuchan risas o llantos yo trato de llorar o reír con la piedra mas dura o con el árbol más viejo de la zona. Mi cueva se ha llenado de ruiditos, y susurros.
En un tiempo no sabía escuchar a nadie a nada… en el silencio de las cosas vivía atormentado del gran bigotón duende que latigaba mi cabeza y no me dejaba respirar en paz. Y sus latigazos eran muy dolorosos. Con el tiempo aprendí a conversar con mi soledad en su más amplia y vasta región desconocida y no podía creer las de asuntos por resolver entre nosotros. Sigo parado en medio un valle no tan grande como supongo ya que como duende que soy no veo más allá de mis narices y todo lejanía implica distancia y todo me parece distante.
Señor dragón ¿no irá usted a comerme? Lo veo hambriento, lo veo malvado, despiadado dígame si me equivoco. En ese caso le faltaría un poco más el respeto.
No habla mucho por lo que se ve, no le habrán comido la lengua los ratones, sería una gran ironía, creo yo. Me parece que no me entiende usted tampoco, no lo creía probable pero no perdía nada con intentarlo. Los humanos son iguales. Me miran con miedo o con lástima, me temen o se burlan no entienden a los enanos y mucho menos a un duende, son patéticos como ellos dicen ser. No se los niego.
Bueno ya le dije que yo a usted no le distingo de un rugido a una palabra. Podríamos haber conversado sin dificultad si hubiéramos intentado platicar en alguna mediación de nuestras lenguas. Sin duda debe ser interesante lo que usted comente aun con toda su maleficencia o su malevolencia como le guste más…
No me muerda ahí no ve que tengo cosquillas.